5 de octubre de 2008

Mi primera crítica de cine...

"Che, el argentino"

Mito y Revolución, Mercado y Memoria…

El Che, ¿qué decir, qué escribir sobre él que no se haya escuchado o leído millones de veces? Esto me pregunté cuando ví anunciada la película. ¿Qué contarán ahora?¿Algo nuevo? ¿En diario de una motocicleta no habían desentrañado ya el misterio de cómo el joven médico acomodado se entrega al pueblo oprimido para liberarlo?

Lo cierto es que sentí ciertas reticencias hacia la película, pero un film protagonizado por Benicio del Toro y dirigido por Soderbergh -al que algo debería de quedarle de sus inicios en el cine independiente-, y que trata sobre uno de los mitos más manoseados de nuestra época, despierta como mínimo, curiosidad. Así que me dejé arrastrar hasta una de esas macro salas de cine, impersonales y frías, que suelo evitar, para poder contemplar en todo su esplendor al héroe redimido y sacrificado tanto a su causa, como a la enemiga. Para observar cómo el capitalismo rinde tributo en una apuesta multimillonaria, a uno de sus máximos oponentes en vida, es decir, a contemplar una vez más cómo la gran maquinaria exorciza a sus enemigos mediante la asimilación de mitos y su explotación comercial. Gracias a estas contradicciones a las que nos tienen muy acostumbrados, el guerrillero ha muerto ya muchas veces, llenando los bolsillos de todos esos buitres que de buen grado él hubiera aplastado con su propia bota hasta hacerles vomitar los intestinos.


Así que me encaminé prevenida hacia el cine, sin hacerme ilusiones, para observar cómo se saca rentabilidad de nuevo de uno de los mitos más representativos del imaginario capitalista, al modo de las estrellas de Hollywood, como Marilyn Monroe, Audrey Herphurn, James Dean o Elvis. Es la mitificación la que convierte al comandante en un producto comercial. Tanto el odio, como el amor que se despliegan hacia su figura, surgen de la desvirtuación de su persona, de la simplificación de muchos aspectos de una revolución al rostro de un tipo atractivo y autoritario. Ese famoso perfil que bajo una boina calada fuma un habano, ha venido a simbolizar y a reducir a marca de moda, todo un conjunto de personas, de ideas, de sueños, de vidas y actitudes. Resulta curioso cómo se reducen tantas cosas a un símbolo encarnado, a un muerto más entre tantos que lucharon y murieron por la libertad, contra la opresión,la explotación y la miseria…Insultan igual aquella lucha los que lo demonizan como los que lo idolatran, ambos caen en el error de darle más peso del que puede tener un solo individuo, en achacarle los aciertos y errores, los crímenes y heroísmos de pueblos enteros. Convierten en super hombre a un guerrillero más, más instruido que la mayoría, más atractivo, más ambicioso y astuto que muchos otros también, pero no por eso el único mártir. Ni fue el único que mató, ni tampoco el único que curó. Ni él ni Castro fueron, ni son la revolución. Ni Hitler fue el único que aniquiló judíos, ni Gandhi consiguió él solito la paz, ni Durruti fue el único que creyó en el anarquismo ni fue el único que luchó o murió por él...etc Tanto para ensalzar enemigos como para mitificar amigos, traicionamos la verdad, la causa de los que llamamos héroes, y esculpamos a muchos criminales, al hablar sólo de tal o cual dictador, o presidente...pues sin todos aquellos que hay junto y debajo de los "Protagonistas", esos supuestos héroes no hubieran sido nada. Sin embargo es algo que tienden a hacer mucho los comunistas con sus políticos, teóricos y guerrilleros, al igual que hacen los cristianos, los fans adolescentes con sus músicos y actores preferidos, o los fascistas con sus propios líderes...Personalmente creo que es algo que deberían revisar, porque dichos grupos no creo que quieran parecerse nada entre sí.

Quizás para evitar estas simplificaciones de las que se apropia el capitalismo, los que pretenden salirse del sistema deberían replantearse su fe y sus iconos y mitos, no hay más que recordar lo qué hizo la iglesia con aquél que quiso acabar con la pobreza, la propiedad privada y las jerarquías...¡Mirad cómo los ricos lo convirtieron en el símbolo de imperios, totalitarismos, esclavitud y genocidios!…

Pensaba en esto mientras un grupo de adolescentes cuchicheaba detrás de mí, y una pandilla de cincuentones con unas copas de más irrumpía en la sala riendo y poniéndolo todo patas arriba…Entonces, la película comenzó. Lo más idealizado que hay en el film del Che es el eco del propio título, las connotaciones inherentes al personaje. Pero la película no lo eleva a santo o héroe, ni lo convierte en un asesino sin escrúpulos, sino que respeta bastante lo humano, pese a que es claro protagonista, y los encuadres de la cámara traicionan esta intención, y lo ensalzan claramente sobre el resto, incluido Fidel Castro. Aunque no desde el principio, sino que se describe cómo el hombre, y no el dios de los iconos, comienza la guerra presentándose tímidamente como médico extranjero en Cuba, y poco a poco va asentandose en su papel de comandante e ídolo de masas. Destacaba es cierto, pero cada cual destaca a su modo. ¿Logra la superproducción restablecer a Ernesto Guevara en su humanidad, devolverle su mortalidad a través de sus memorias? Aun me lo pregunto.

La película entrelaza por un lado una parte de falso documental pretendidamente objetiva, en la que una periodista americana entrevista al guerrillero en un congreso internacional de la ONU. Esta parte, grabada en blanco y negro dota al film de cierto dinamismo y permite que Ernesto hable por sí mismo a través de sus míticos discursos, cargados de displicencia y provocación, que impresionan sobre todo por ser sumamente claros y directos, no como los discursos a los que nos tienen habituados los políticos. El hecho de que en la voz en off se introduzcan pensamientos y consignas del Che le da un tono poético y nostálgico, que a algunos parecerá panfletario, a otros iluminador, y a otros les hará perdonar un poco el perfil claramente comercial de la película.


La otra línea argumental se remonta al inicio de la revolución cubana, y está grabada en color. Consiste en una serie de cuadros de anécdotas. Comienza con la confabulación de un pequeño grupo de burgueses intelectuales que se dan cita en México, concretamente el momento en el que se conocen Fidel y Ernesto. Desde esta tranquila reunión, el film nos arrastra de un salto al interior de la vida guerrillera, para mostrarnos las ideas que tiene Guevara sobre cómo han de formarse los revolucionarios. El final culmina con la victoria en Santa Clara y la derrota y humillación de Batista.


Desde el punto de vista del guión y el ritmo, la película flojea. Se hace bastante lenta, especialmente durante la descripcción de minúsculos acontecimientos y peripecias de Ernesto en la selva, que pretenden mostrar como evolucionan su carácter y sus intereses. Estas andanzas están maltrabadas, y la historia se paraliza en rodeos interminables en torno a la personalidad del héroe y sus compañeros. Unas pinceladas que pecan de exceso en sus minuciosidad. Se insiste demasiado en ciertos aspectos hasta el aburrimiento, redundando las imágenes sobre las palabras. Por ejemplo, se quiere mostrar la importancia que tenía para el protagonista la alfabetizacióny el conocimiento,como insistía en que todos sus guerrilleros supieran leer y escribir, sumar y restar...un mínimo de cultura y conocimientos... Sobre este tema se muestran un montón de ejemplos tediosos, diálogos en los que se insiste una y otra vez en ello, y por si no se ha captado, se reitera lo mismo en la voz en off. El resultado es que pasamos una hora soportando un largo y torpe encadenamiento de episodios sobre la instrucción y lucha de los revolucionarios cubanos subordinados del Che, donde las los acontecimientos más relevantes de la contienda se cuentan de pasada, mientras que se insiste exageradamente en la visión e idiosincracia de Ernesto. No se entiende porque ocurren las cosas, qué lleva al Che a tomar unas decisiones y no otras. Las elipsis temporales generan una sensación de irrealidad y de detención de tiempo, que a quienes no los conduce a bostezar o roncar, les agota y agobia. La última media hora, con la aparición de Tania y la lucha en Santa Clara, recupera el ritmo que nunca tuvo y que siempre se echó en falta. Aquí se logra un poco de acción, es decir, ocurren cosas.

Uno de los mejores aspectos de la película, es la actuación de Benicio, que encarna con gran maestría al personaje, no sólo por su parecido físico, sino que se trata de una cuestión de carácter. El actor ha logrado adquirir ese aire de superioridad, la soberbia y el encanto irresistibles del auténtico Che. Benicio y Ernesto tienen la misma fuerza y belleza, el atractivo que las masas aman e idolatran, ambos comparten esa capacidad de evocación y mitificación. También el resto del reparto está muy bien elegido y caraterizado. Destaca la interpretación de Demian Bichir que interpreta a Fidel, quien en sus fugaces e intermitentes apariciones, borda el carácter, el tono y la gesticulación del ex dictador sin caer en el esperpento exagerado que muchos temían del cómico.

La fotografía también merece también más de un elogio, aunque no cabía esperar otra cosa, teniendo en cuenta lo que se ha avanzado en el tratamiento de la imagen, logrando una calidad que supera con creces a menudo la realidad, cómo se cuidan con precisión los planos, y así también la preocupación por la puesta en escena y la estética en general. En esta época, como ya denunciaron los hermanos Dogma en su manifiesto, los efectos especiales, priman sobre el contenido, no sólo, aunque sobre todo en las superproducciones.


La propia leyenda del Che ilustra esta primacía de la imagen, de la estética, frente al significado y a la historia. Muy pocos saben realmente quién fue, lo que hizo y representó en la revolución latinoamericana. Muy pocos han leído sus escritos, muy pocos conocen realmente al personaje, sus ideas, sus motivos, su lucha, sin embargo su hermosa estampa está en la memoria de todos. La imagen prima sobre el contenido. El significado queda reducido a lo más superficial de lo estético. Las películas articulan malos guiones con decorados grandiosos, historias deshilvanadas con meticulosa planificación de la luz y los encuadres, relatos repetitivos, previsibles y aburridos, frente a una innovación técnica que no conoce límites creativos, vestuario y maquillaje perfectos, grandes grúas, imágenes y sonidos que nadie hubiera soñado hace veinte años, y sin embargo todos estos elementos no cuentan nada, no expresan nada, sólo apabullan los sentidos, exaltan o complacen, sedan nuestro cerebro hipnotizándonos a través de la belleza y la fealdad sublimadas.

Se puede afirmar que si bien no se trata de mitificar al comandante, la película en sí no aporta relevantes conocimientos que ayuden a desmitificar, a esclarecer lo que ocurrió, o profundizar y reflexionar acerca de la revolución cubana. Es preciso tener ya ciertas nociones sobre que ocurrió en Cuba y sobre los personajes para comprender bien el film.