11 de noviembre de 2008

Desnudeces ebrias

Comienza la noche con una completa heterogeneidad. Cada uno en su sitio, bebiendo, hablando, desplegando su ego y enfrentándolo al resto con resolución. Algunos se afirman en su silencio, brillando en su soledad o en su timidez. El humo del hachís y el tabaco van amoldándose a los cuerpos, plegándose a las voces y adhiriéndose a la ropa y al pelo. El alcohol va templando los cuerpos, entumeciendo los cerebros pero dando vivacidad a los ojos y las lenguas.
Van subiendo el volumen de la música y puede que haya porno en alguna pantalla, quizás pongan vídeoclips de los Doors, Nirvana, Madona... Las conversaciones se tornan más apasionadas o pesadas, más rápidas y profundas. Tu cuerpo, mi cuerpo, su cuerpo se tambalean en ondas que confluyen y se alejan, que se ofrecen y se niegan.
Las letras de las canciones rigen los ánimos. Las luces pesan sobre mi cabeza, sobre tu frente, que va inclinándose segundo tras segundo hacia mi pecho, hacia mi cara, hacia mi mano. Las bromas se despliegan a lo largo de los grupos, más difusos, mas fluidos. Lo compacto se hace volátil, lo quieto móvil, las palabras ya no son ni suyas ni tuyas ni mías. Los flashes de las fotos, los abrazos y los toqueteos se confunden bajo las luces parpadeantes de colores.
La copa me crece entre las manos, tu boca me sabe a sal y a tequila. Huyo al baño,entre cuerpos llenos de sensualidad, entre miradas que no me ven pero me devoran. Corro al refugio de los azulejos, a la cordura del espejo, y al olor de alcantarilla, meadas y vómitos. El agua cae por mi cara, siempre el agua, siempre la pureza del agua. Me limpio por fuera y por dentro. Regreso airosa, impecable y ligera. Corro a perderme, a fundirme con la masa, a transformarme en ella y en él, en todos ellos, en nadie. Las manos siguen cayendo por mi cuerpo, mis caricias se despliegan también junto a insultos y malentendidos. Abrazos y pequeños hurtos. De bar en bar, pagando unas veces y otras no. Personajes extraños se van uniendo al peregrinaje. Admiradores obscenos, truhanes simpáticos, payasos tiernos. En cada garito sucesivo las luces son más fuertes, la música más estridente, las caras más nubladas, las distancias se hacen irreales, la perspectiva atrofiada.
Como un animal buscando una madriguera,como una ola buscando la orilla, el cansancio y la sensualidad nos empujan de una piel a otra piel. Los deseos se ofuscan se obsesionan y entran en bucles de seducción. El olfato, que no disntigue, inventa afrodisíacos oníricos, aliandose al reino de las hormonas. Cruzamos todas las barreras, nos fundimos en besos sin nombre, sin memoria. Las lenguas dan vueltas en otras bocas, los dedos se afilan debajo de la ropa, prendas que se arrancan que se pierden que se esparcen sobre las copas derramadas, sobre las colillas, sobre el barro y el hollín. Los cuellos saben a saliva, las manos húmedas huelen a miel. Las piernas suaves y marinas, se deslizan contra otras piernas recias que aprisionan y liberan. Los ojos se tornan y los nervios se rebelan. Gimen los cuerpos confusos, obstinados en perderse en otras oquedades. Cuerpos y camas, esquinas y bares, huyendo de los ojos extrañoso buscándolos con ansia de exhibicionismo. Promiscuidad, devenir de pieles... tú que me posees, poseerte mientras devienes nínfula y yo varón. Virgen entre tus manos sabias, serpiente sobre tu regazo, firme, insaciable, rotunda..., y entonces, el cansancio mortal, Orfeo triunfando sobre Dionisos, se retiran Ares y Afrodita...Vuelve el imperio de lo individual, el equilibrio retorna y la muerte se apodera de nosotros,devolviéndonos a la soledad, a la individualidad, a la moralidad y el recuerdo...Entonces el ronroneo final, dormidos como gatos,todos, todas juntas en tu jergón.