16 de febrero de 2011

No despiertes

Crónicas de una teleoperadora

I

La noción del tiempo se disuelve entre las carcajadas de las compañeras. No son risas de felicidad, no son risas de complicidad si quiera, son risas metálicas, gastadas, absurdas. Son risas, sobre todo tristes. Las ojeras de la pelirroja se reflejan en su jersey grisáceo, idéntico al que llevan las otras tres que a penas se mueven debido a que sus enormes traseros se encuentran incrustrados en las sillas y les dificulta la movilidad. Sin emabargo esto no impide que mascullen, rumien y se expandan por toda la oficina.
Las detesto. Si, me repugnan. No sé porqué, lo lógico sería sentir lástima, simpatía o simple indiferencia...Pero no puedo. Las observo desde mi asiento, las veo apuntar frenéticamente cada llamada en sus pequeños archivos, contabilizando de forma desesperada; las escucho repetir el mismo chiste una, otra, otra, OTRA VEZ, y como si nunca lo hubieran escuchado carcajean idiotamente. Las encuentro tan compulsivas, tan desesperadas sin motivos, que me siento obligada a odiarlas. Aunque no tengan la culpa, su inercia reiterativa chirría en mis entrañas: no comprendo esa urgencia por acumular encuestas, el sueldo será el mismo, las horas apoltronadas en las sillas-castigo tampoco variarán...los resultados no ayudarán ni salvarán a nadie, sólo aportarán datos estadísticos, datos para controlar, datos para manipular, datos sobre hábitos de consumo, sobre recuerdo publicitario... Es decir, aportarán más saber-poder a las empresas que pagan, más poder al Poder. En conclusión, no tienen motivos ¡ningún motivo! para querer realizar más llamadas, para buscar acrecentar el número de marcas en los paquetes de datos...¡No hay motivos! Y ese absurdo me empuja irremisiblemente a odiarlas y , ¿qué le voy a hacer? Me enfadan...Me enfada verlas enfadadas con la gente que no responde a sus ridículas preguntas, con las personas que no recuerdan las marcas de atún o de café del supermercado, o que no son capaces de aguantar media hora colgadas al teléfono haciendo recuento de los anuncios de televisión, marquesinas, radio...o enfadarse porqye la gente no sabe de memoria todos los patrocinadores de futbol, fórmula1 o de la petanca.
Las olvido durante un rato. Mi cuerpo está prácticamente insensibilizado, trato de moverme, hacer rodar el asiento sobre su eje, me deslizo de atrás hacia delante sujetando la mesa con las manos y empujando el asiento con el culo, pero mi cuerpo sigue sin reaccionar: los párpados se precipitan pesados sobre las mejillas, como si pudieran envolver mi cara entera. Las manos y los pies atormentados por calambres constantes, se han desmallado. Sólo mi espalda sigue alerta, pues un punzante dolor atraviesa eléctricamente toda la columna vertebral hasta los riñones.
Mi mente se resiste a trabajar. Mis ojos permanecen clavados en el reloj, inmóvil, perezoso, vacilante, o más bien vacilón. El transcurrir, o más bien, el no transcurrir de los minutos me recuerda a la prisión, incluso el frío y los ánimos que me rodean me recuerdan al calabozo. La única diferencia es que la celda era un remanso de paz y se respiraba solidaridad. El silencio sólo lo interrumpían los gritos de protesta, los susurros conspiradores, y las caricias vespertinas. Aquí no hay amor. Aquí no hay insumisión. Las carceleras, rebosantes de frustración, se pasean con mirada bovina y dientes caninos, resoplando a nuestras espaldas y fustigándonos, exigiendo más y más rendimiento. Pero si sus voces chillonas me enferman, el pitido constante golpeando mis tímpanos me enloquece. Aprieto el botón de nuevo por centésima vez esta tarde, la pantalla azul parpadea y las letras del MSDOS *(para quien no lo recuerde, era el programa utilizado en la cuna de la informática, allá por el siglo XX) me responden siempre lo mismo.Rutina y repetición. Rutina y repetición. Rutina y repetición. ¡Voy a estallar! Y no, yo no quiero llamar, no quiero preguntar, no quiero ser la voz del enemigo, del amo o del idiota que redactó este protocolo... no quiero que me insulten a mí, que me acusen a mi...no quiero que me identifiquen con la mano invisible que escribe y se oculta para que nosotrxs leamos sus encuestas de mierda.
Tras ocho horas,(ocho siglos, ocho círculos en el infierno), recojo mis cosas, con el cuerpo entumecido, la espalda encorvada,los ojos enrojecidos, las piernas hinchadas, el cerebro frito. Camino como una autómata, escucho el cacareo a mi espalda, los pies que se arrastran, y los muslos celulíticos frotándose unos contra otros con lentitud. El rebaño se aproxima a la salida cansado, febril, demente, y yo me repugno, me asfixio...y pienso: hoy es el último dia, hoy por fin...mañana no vuelvo...pero sé que mañana volveré, lo sé...mañana regresaré, porque necesito el dinero, porque necesito el dinero...

II

La hora de la comida.
Una pequeña sala: Dos microhondas. Uno nunca funciona. Una máquina de café, otra de refrescos, otra de patas y sandwiches.
La luz es aun más blanquimortecina que en la sala de trabajo. Se notan aun más las calvas incipientes, los granos, las marcas de sudor en las camisas, las raíces de las falsas melenas rubias; se delatan con mayor crueldad los pliegues de la edad y las sombras del cansancio, mal disimulados bajo kilos de maquillaje.
Las caras abotargadas emiten voces ridículas que repiten de nuevo las mismas burlas y quejas: ¿Porqué nos cuelga la gente? ¡Una mujer me dijo que no podía hacer la encuesta porque la estaban tocando abajo...uhmm! Un abuelillo me dijo: no quiero hacer la encuesta, ¿de que color llevas las bragas?; Un chico muy majo me dijo, ¿tienes novio?, estoy desnudo...me encanta tu voz; Una chica me amenazó con denunciarme; Una señora se enfadó: los domingos no se trabaja, son para descansar, no llamen más....etc etc etc.
Mastico en silencio mis lentejas recalentadas en el tapper. Contemplo a la gorda de dieciocho años que antes se sentaba conmigo y hoy se ha cambiado para colocarse junto a una racista metalera, "que no soporta que haya latinos, rumanos y chinos en su barrio, pues no dejan estar tranquila a la gente de toda la vida de alcorcón". Me río por dentro porque la metalera ha mandando al carajo a la chavalita, y ahora regresa a mi vera con sonrisa falsa y acongojada. La ignoro y sigo hablando con el chileno que nos cuenta chistes verdes telefónicos. Sin embargo no siento guardo rencor, la he cogido cariño, me ha recordado a todas las mujeres que me jodieron la adolescencia dándome puñaladas por la espalda...aunque ella no me ha hecho nada...Asi que en agradecimiento por refrescarme mis dulces años de instituto, le he dedicado este poema que escribí en un trozo de papel de baño del rollo que me llevé de la oficina:

Pequeña y linda pelirroja,
que quieres siempre ser perfecta,
aunque lloriqueas por verte gorda
renegando de tu torpe adolescencia.
Malvados ojos de serpiente,
boquita amarillenta de víbora
que se pliega complaciente
en una sonrisa falsa y boba.
Tratas, ilusa, de llamar la atención
impaciente,de la oronda supervisora,
anotando mil marcas en el ordenador
y ella pasa a tu lado y te ignora.
Guapetona, comes solo manzanas
te contoneas con risita de hiena
acomplejada y demasiado falsa,
aunque eres realmente lista y bella.
Que pena que este sea tu destino
cuando debieras ser reina de un imperio
cuando sueñas con esclavas y vestidos
cuando deseas un rey y un ejército.
Que pena que no me des pena.



III

Abro los ojos. Una voz dulce me dice: No despiertes. Agarro su mano, entre las sábanas, entrecruzo mis piernas con las suyas, beso sus labios, gruesos, húmedos, protectores y me mezclo con su sudor. De nuevo escucho la voz: No despiertes. Sigo sin abrir los ojos, mezclándome con el cuerpo que adoro. Me adentro en el sueño, profundo, blanco, puro, escucho el vals de Amelie...
Pero el despertador interrumpe la melodía. Abro los ojos. Mis manos están atadas, envueltas en cables, conectadas al teclado del ordenador. Caras orondas, ojerosas, pintorrojeteadas de venas y arterias verdiazulonas, que se enredan en papadas blancuzcas me sonrien. ¡Sonríen! ¿Qué es esto? Pregunto. Tu vida. Replican.No, no, esta no es mi vida...Mi vida está afuera, con mis niñxs y con mis alumnxs, con mis amigxs, con gente despierta, con cuerpos móviles llenos de historias e ilusiones. Mi vida está en mi barco, junto a mi amante, en nuestra cama, en nuestra terraza donde luce el sol, en el campo corriendo con mi gato, por las calles de la ciudad, volando entre cuerpos alegres, libres...
No, me replican las voces metálicas, todo eso es un espejismo, tu lugar es este. Estás encadenada a un horario, a una pantalla, a la incomunicación y soledad de tu puesto de trabajo. ¡Vamos! Debes llamar de nuevo, una y otra vez, repetir las mismas preguntas, las mismas muletillas, medir a todoa la gente por el mismo rasero. Tienes que separar mujeres de hombres, pobres de ricos, dividir a las personas por canales de pago, clasificar a la gente por su conocimiento del anuncio de X seguros, diferenciar a los cabezas de familia de las amas de casa, a los licenciados de los analfabetos...
¡Parad! digo, este es un trabajo provisional, ¡soltadme!, yo no tengo que estar aquí...
Las risas se hacen aun más estruendosas, una hoja de papel cae sobre el teclado, estoy atada a la silla, mi cuello a penas puede moverse, pero logro leerlo. Mi firma aparece al final de la hoja. Estoy contratada de por vida.
- ¿No te alegras? Con lo difícil que está ahora conseguir un empleo...eres una privilegiada.

El teléfono suena: Buenas tardes, soy V....A.... del Instituto de marketing y opninión pública, ¿estoy llamando a un domicilio particular?
Una voz ronca, lenta, envejecida contesta desconfiada: Si...¿que quiere?
Estamos realizando una breve encuesta sobre medios de comunicación, para saber a quien tengo que entrevistar, ¿podría decirme cuantas personas viven de forma permanente en su hogar contándose usted?
¿Y a usted que le importa? Váyase a la mierda....pi...pi...pi...

El teléfono vuelve a sonar. Buenas tardes, soy V....A.... del Instituto de marketing y opninión pública, ¿estoy llamando a un domicilio particular?
Una voz femenina, nerviosa, contesta: Buenas tardes, si es un domicilio particular...
Mire, estamos realizando una breve encuesta sobre medios de comunicación, para saber a quien tengo que entrevistar, ¿podría decirme cuantas personas viven de forma permanente en su hogar contándose usted?
Cuatro.
Bien, de cara a garantizar la calidad de la entrevista le informo que esta llamada puede ser supervisada.
Empezando por usted, necesitaria saber la edad y el sexo de las 4 personas de su hogar.
¿para que quiere saber mi edad? pi....pi....pi....

El teléfono vuelve a sonar. Buenas tardes, soy V....A.... del Instituto de marketing y opninión pública, ¿estoy llamando a un domicilio particular?
¿Como?
Que si estoy llamando a un domicilio particular...
¿Un que?
Que si estoy llamando a una casa.
Si, claro, ¿y para que quiere saberlo?
Mire, estamos realizando una breve encuesta bla bla bla...
Mire señorita, aquí sólo vivimos dos personas muiy mayores, y no queremos que nos molesten, asi que adios...pi...pi...pi...

Un cadáver pasa a mi lado, su olor dulzón y penetrante atraviesa la sala de luz blanquecina. De pronto se hace un profundo silencio, la mujer no cabe por la puerta. Entonces aparecen, a través de un agujero que no logro ver, unos hombres vestidos con monos azules que vienen a socorrer a los de los monos blancos que transportan la camilla. Las paredes son placas móviles, los monos azules las desplazan, el cadáver de la mujer al fin traspasa el umbral de la sala.
-¿Qué estáis mirando? ¡A trabajar!, aun nos hacen falta tres viejas de más de 60 años amas de casa sin estudios, dos hombres de entre veinte y treinta años en activo, y cincuenta marcas. ¿A qué esperais?
Una descarga me hace reaccionar. Necesito ir al baño. Necesito urgentemente levantamrme, necesito que la sangre corra por mis venas, necesito limpiarme.
Un gélido latigazo me despierta: veo la puera entreabierta de mi dormitorio. La oscuridad me envuelve suavemente: ¿No vas a ir a currar?
-No, ni de coña, he acabado con ese trabajo.
-Perfecto, pues vamos a desayunar.
-Si...

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