21 de junio de 2013

Un sueño indecente




He soñado unas cuantas veces contigo.
Soñé que aparecía frente a tu casa y te secuestraba, sin demasiado esfuerzo, y corríamos por las calles empujándonos, y nos reíamos del pasado, de lo que no hicimos, de lo que no nos atrevimos a hacer. Fue un sueño muy corto.
Soñé que me buscabas entre  montones de disfraces desperdigados entre las ruinas de un teatro, donde se organizaba una fiesta moderna con Nacho Vegas de artista invitado. Repartían en bandejas de plata agujas, pastillas y polvos de distintos tipos. Me entontrabas y bailábamos juntos, pero de pronto yo huía, porque me faltaba algo, y no te daba explicaciones. Luego, había mucho caos, caos que engullía a la gente y de pronto. La fiesta había acabado: todo era silencio y  te encontraba sentado, elegante, fumando en pipa y bebiendo un gin tonic, y allí escribías poemas sobre azulejos de colores, mientras afilabas una cuchilla entre tus labios.
Soñé, en otra ocasión, que se nos escapaban las manos, las rodillas, las pestañas, entre cortinas color burdeos, que colgaban desde el techo, cortinas gruesas de un telón barroco. En realidad estábamos en la filmoteca en plena fiesta dadaísta. (No sé porqué te asocio a fiestas, lujo y derroche)  Había bailarinas de papel y hombres grotescos salían de una tarta vestidos de fichas de ajedrez. Te reías y  burlabas de un hombre gordo y feo que se quejaba  del arte contemporáneo mientras se arrancaba gimoteando la camisa sucia de cuadros.  Yo te zarandeaba, buscaba tu mirada, pero entonces tú escapabas corriendo por unas escaleras, y yo me quedaba sentada en una butaca…y alguien me acariciaba la espalda, susurrándome...no me acuerdo qué me susurraba, pero me daba la vuelta…y entonces me desperté.
     He soñado incluso que hablábamos por teléfono de cosas intrascendentes y profundas: literatura, tristezas o perversiones. Escuchaba tu voz claramente, con su singular timbre, insinuarme que te gustaba, y yo incrédula devolverte un sarcasmo, y tú reírte, y encontrarnos, (siempre encontrarnos) bajo una lluvia infinita de cristales y periódico,. Entonces acercarme bajo la ventisca y pedirte fuego, yo que no fumo, y tú reprocharme, con tu sonrisa siempre irónica, y enigmática:
-No te inventes excusas, no te hacen falta, ya sé que te gusto.
Hoy me he despertado y he ido directamente hacia el ordenador, quería responderte al último privado que me enviaste al facebook. Lo recordaba con nitidez, así que he abierto la cuenta y…he encontrado tu foto, tu difusa y expresionista foto, en miniatura, en el apartado de publicaciones…pero no había mensajes tuyos, ni tampoco en mi muro…

¡¡¡Mierda!!! ¿Cómo me ha podido ocurrir? ¡He soñado con el Facebook de los cojones!

He soñado que publicabas en mi muro un poema indudablemente inculpatorio. He soñado palabra por palabra, y luego un privado, más suave, pero evidente. En un segundo he recordado todo, me he enfadado y he dado un puñetazo a la pared. No suelo hacerlo tan temprano, pero me he servido una  copa de ron, he leído  un poco a Grumb, un poco a Bukowski, para distraerme, se me han quemado las tostadas…  y al fin me he vuelto a sentar delante del ordenador.
-¿Cómo he podido caer tan bajo? ¡Soñar con el Facebook! Los sueños no están para desperdiciarlos así. ¡Joder! Puta obsesa...- Me he repetido esta vez en voz alta, para regañarme con más contundencia.
Y hoy he decidido no volver a conectarme. Hoy mismo me tomo vacaciones del puto caralibro. Voy a ponerme mi vestido más rojo,  maquillaje de muñeca buena (el de femme fatal no me pega), y mi bolso más elegante.
      Sé dónde trabajas. Me dirigiré hasta allí y te esperaré tomando una copa. Me cruzaré contigo como por casualidad (espero reconocer todavía  tu cara). Te cogeré del brazo, y te llevaré a un rincón oscuro.  Allí te haré tres preguntas. En el cargador llevaré también sólo tres balas. Espero que respondas bien a las tres.

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